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La Esclavitud en la Antigüedad
Los primeros escritos en los que
se tiene constancia de la presencia de esclavos en una gran civilización es en
Mesopotamia durante la época sumeria, si bien muy limitada. En el Antiguo
Egipto un número de esclavos suficiente como para tener cierta importancia
social se dio solamente en algunos periodos, especialmente en el Imperio Nuevo.
El origen de los esclavos provenía de las conquistas y no existía una
regulación jurídica sobre los mismos. También eran recogidos por los
traficantes de esclavos los niños abandonados, por ejemplo, en la puerta de las
casas o en la columna lactaria, cuando el pater familias no quería reconocer su
paternidad, ya que él poseía el poder del ius exponendi. Un hombre libre
también podía convertirse en esclavo para tener que pagar una multa por haber
cometido algún delito. La
noción de esclavitud, en la Antigua Roma, designaba las condiciones sociales
más dispares. Un esclavo podía ser, tanto un criado o sirviente como el
ministro de Economía del emperador, el profesor de griego y latín de los hijos
de un legislador romano como un gladiador. Los esclavos no poseían una
habitación donde dormir, simplemente se acostaban en el suelo en cualquier
rincón de la casa. Cada romano de mediana fortuna poseía, por lo menos, un par
de esclavos. Salía de su casa acompañado generalmente por uno mientras el otro
permanecía encerrado en casa. Los esclavos comían las sobras de la comida de
sus amos, lo que, en un pueblo sin hambre, podía significar comer mejor que
muchos hombres libres. La línea divisoria entre los hombres libres y los
esclavos era muy importante. Los primeros no podían, legalmente, ser sometidos
a tortura, ni quemados vivos ni apaleados. Los esclavos sí, por sus propios
amos o por un juez
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